jueves, 19 de marzo de 2009

Mis queridos coches 1

El primer coche que conduje (con carné) fue el Mercedes 190 que se acababa de comprar mi padre importado de Alemania. Yo me tenía que ir a Almería en taxi a recoger mi carné de conducir y ya aproveche el viaje y me llevé el Mercedes al pueblo (qué valor). 


En esta imagen se ve el Mercedes en custión y lo que ya era el mi Seat 127 (con la L y todo). Este Mercedes iba a sustituir al Renault 11 de mi padre, que sería para mi madre. Con esto el viejo Seat 127 de mi madre debería ir al desguace, pero yo tenía el carné recién sacado y al final decidieron que me lo quedara yo para llevármelo a Granada a la Universidad.

La verdad es que el coche estaba un poquito chungo, ya era muy viejo (AL-0645-C), pero a base de piezas de desguace y cierta habilidad en mecánica
 (antes, ahora ya no) le cambié todo lo necesario (filtros, carburador, puerta de copiloto, espejos, batería...) y me lo llevé a Granada a ser mi transporte.

No veas la vacilada que era tener coche en primero de carrera, casi nadie tenía y me salían los amigos como si lo llevara cargado de Donettes


En seguida le pusieron nombre... el Pacomóvil. Nos llevaba a todos lados y a todas las fiestas, y a nadie le importaba si llevaba una funda de tapicería horrenda (como una jungla seca con tigres asomando), si no tenía radio, si era muy pequeño... De hecho incluso estuve trabajando con este coche de chófer hasta su muerte. Con respecto a este trabajo... en otra entrada hablaré de el, que si no ahora me despisto.

Quizás fueron los excesos a los que sometía el coche, pero en la Navidad de ese año, cuando volvía a casa a pasar las vacaciones con el coche cargado se le rompió la caja de caminos en plena autovía. Con esto no le entraba la cuarta (al principio), poco después las tercera tampoco, así que iba por la autovía en segunda (por el arcén). Como ya tenía móvil, fui avisando a mi padre de que me estaba quedando tirado y fue a por mí, mientras yo continué avanzando. Unos kilómetros más adelante miré por el retrovisor y vi que me seguían dos motos de la Guardia Civil, manteniendo el equilibrio debido a la poca velocidad a la que iba. Curiosamente en ese momento en el que me seguían los Civiles a 20km/h el coche la dirección del coche dejó de responder y me salí de la carretera, cayendo a la cuneta. Lo primero que me preguntaron los Civiles era que qué me había tomado, pero simplemente se le había partido la dirección al coche. 

Muy amablemente (y lo digo en serio, creo que son los únicos Guardias Civiles amables con los que me he topado) avisaron a una grúa que me llevó el coche a mi pueblo. Hay que decir que el tío de la grúa era la persona más bruta que he conocido (si se movía el coche en la parte de atrás se bajaba y lo recolocaba en su sitio solo empujando) y que como mi padre ya iba a por mí nos cruzamos, con lo cual se pegó un viaje en vano y se cabreó.

Una vez más de vuelta al desguace, donde le compré una nueva caja de cambios, pero esta vez me la arreglaron en el taller, junto con la dirección. Además cuando fui a por la caja de cambios me cayó sobre la mano cuando la cargaba en el coche y me la jodió, con lo que no podía usarla mucho. Y el coche quedó como nuevo.

Era tanta la caña que le daba al Pacomóvil que incluso pasaba sin mirarle ni líquidos ni nada, a parte de ponerlo en carretera a todo lo que daba (160 km/h y vibraba todo).

A final de curso, en Julio, me fui de viaje a Cádiz en mi flamante Seat 127 con Ximo, Sara y Sarita. La idea era pasar allí unos días en casa de Ximo, en El Puerto de Santamaría, y luego volvernos nosotros tres a Granada. La ida fue muy bien y la estancia allí también, pero la vuelta... El coche iba bien hasta que hice una parada para que Sarita lo llevara un poco. Fue a las 3 de la tarde en Campillos. Nada más cogerlo continuamos la marcha y un kilómetro después el coche falló y se paró (como dato diré que el cuentakilómetros marcaba en ese momento exactamente 13.000 km, después de varias vueltas).

Pues a las tres de la tarde en Julio hubo que volver a Campillos empujando. En principio empujábamos Sara y yo (Sarita a los mandos), pero Sara era más floja y tenía menos fuerzas, con lo que ellas se intercambiaron... cuando llegamos a Campillos a Sarita le dio una lipotimia y gasté el poco dinero que me quedaba comprando Aquarius para que se recuperase.

Por suerte me quedaba saldo en mi móvil para una llamada, así que llamamos a la madre de Sara que vino a recogernos. Durante la espera saqué mi vena mecánica y le hice una puesta a punto al coche: le revisé los líquidos, la bujía, le limé los platinos, etc... y cuando parecía que todo estaba listo para arrancar, se quedó sin batería. Cuando la madre de Sara llegó conectamos las pinzas y conseguí arrancar mi coche, así que emprendimos de nuevo la vuelta pero esta vez iba yo sólo. Las Saras y el equipaje iban en el otro coche.

Cuando continué la marcha la puesta a punto del motor empezó a fallar a los pocos kilómetros. La aguja de la temperatura se había vuelto loca y el motor estaba echando mucho humo así que me quité el cinturón y bajé la ventanilla por si me veía obligado a abandonar el vehículo rápidamente (la puerta del conductor sólo se abría desde fuera desde que una vez Sarita le diese un tirón demasiado fuerte a la manivela). Al poco rato el motor explotó, y no es una forma de hablar. Salió una columna de fuego acompañada por un estruendo que lanzó el capó bastante lejos del coche, y se inició un fuego. Yo, más tranquilo de lo que nunca hubiera pensado, llevé el coche al arcén, puse el freno de mano, me bajé y apagué el fuego con tierra de la cuneta, y luego volví a llamar a Sara (su madre también tenía móvil) para que volvieran a por mí.

Mientras las esperaba me dió un ataque de histeria y la emprendí a patadas con el coche, jodiéndome el pie (lo que luego me llevó a una serie de esguinces). Cuando llegaron me monté y dejé el coche allí tirado. Al día siguiente llamé a un desguace de Antequera (que fue más o menos donde me dejó tirado) para que hicieran con él lo que quisieran, y ahí terminó todo, 30 años de vida que acababan tristemente y solitarios en una cuneta de una carretera desconocida.

NOTA: la única foto que corresponde a mi Seat 127 es la primera. El resto son sacadas de internet

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